¡Que no me apoya!

¡Que sus aspiraciones profesionales la han cegado!

¡Que estoy a punto de renunciar y él va a tener que resolver este problema por sí mismo!

¡Que su falta de decisión se ha convertido en una barrera para que mi proyecto avance!

¡Que su forma de hablarme es irrespetuosa!

¡Que no necesito que me revise hasta los detalles más pequeños de mi trabajo!

¡Que su ausencia se nota mucho en el ambiente!

¡Que me importa un pepino su bono anual!

¡Que me ha hecho repetirle lo mismo unas quince veces!

¡Que por una vez en la vida confíe en mí!

Estas y otras líneas son las que a veces quisiéramos gritar a todo pulmón y sin reservas a esa persona con quien entablamos una de las relaciones más interesantes y paradójicas al mismo tiempo: el jefe.

Digo que es una relación interesante porque en la mayoría de los casos no escogemos a esa persona, se nos asigna circunstancialmente y, con todos sus bemoles, no deja de ser una relación necesaria para el buen funcionamiento de las organizaciones. Y al mismo tiempo es paradójica porque, por más abierto y participativo que sea el estilo de la jefa, siempre se parte de una base jerárquica y de dominación en la que elementos tan sensibles como el salario y la estabilidad están en juego a cada momento. La dominación de una parte por la otra es un fantasma que se asoma de vez en cuando para recordarle a la parte dominada que los derechos de decisión y dirección siguen estando reservados para la misma persona.

Es por ello que no siempre nos atrevemos a gritar lo que desearíamos, la mezcla de miedo, cordura política y sensatez forman un gran vaso en el que terminamos sirviendo la bebida amarga que, una y otra vez, bebemos nosotros mismos.

Pero beber ese trago siempre en solitario tampoco es saludable ni sostenible en el largo plazo.

Una relación del tipo amor-odio debe ser reflexionada y mejorada, incluso cuando es con la jefa.

Pero ¿cómo vamos a expresar todo eso que sentimos sin temor a represalias? ¿cómo podemos ser asertivos y olvidar por completo que la persona que tenemos al frente firmará algún día un potencial ascenso para mí? ¿en qué momento y en qué tono debo decir eso que mi jefe ni siquiera sospecha pero que puede tocar fibras sensibles de su ego?

Ciertamente responder a esas interrogantes no es tarea fácil y requiere de una buena dosis del llamado «radar social», esa habilidad emocional que nos permite leer entre líneas las motivaciones, temores y aspiraciones de las personas a nuestro alrededor. Pero he aquí una clave que les puede aclarar el camino: a cada persona se le grita de una forma diferente, y hay un tipo de grito que es efectivo para cada uno de nosotros.

Sí, la razón por la que muchas veces nuestros gritos generan una reacción opuesta a la que deseamos es porque no analizamos la situación y creemos que todas las personas procesan nuestros gritos de la misma manera. Asimismo, tampoco nos atrevemos a gritarle a nuestros jefes porque sólo conocemos una forma de gritar.

Pensemos en una situación hipotética: mi jefa suele corregirme en público aún en detalles menores que no tienen importancia para el tema que se está tratando. Esa conducta me frustra porque desvía la atención en las reuniones y siento que me resta credibilidad frente a otras personas.

Ahora veamos lo que 3 tipos de jefes pueden estar pensando cuando hacen eso.

  1. El jefe «corporativo», quien gusta de seguir las normas establecidas y siempre busca hacer lo correcto: puede pensar «estoy haciéndole un bien a Cristian al corregirle su error, y al mismo tiempo los demás me perciben como alguien objetivo.»
  2. El jefe enfocado en «resultados de negocio», quien ve en los objetivos de su departamento la razón de ser del equipo y considera que un dato erróneo puede afectar el plan trazado: puede pensar «esto es normal, Cristian me agradecerá que lo ayude a conseguir sus objetivos.
  3. El jefe enfocado en su «gente», quien se ve a sí mismo como un mentor, un formador de talentos: puede pensar «estoy contribuyendo al crecimiento de Cristian y esto reforzará nuestra relación.»

Evidentemente las percepciones de la situación distan mucho entre lo que piensa alguno de estos tipos de jefe y el efecto de sus acciones en Cristian, pero guardar silencio en cualquier caso únicamente reafirmará la versión de los hechos de cada una de las personas involucradas.

En la vida laboral encontramos diversos estilos de jefaturas e incluso personas que oscilan entre diferentes estilos. A continuación, me permito sugerir frases que Cristian, nuestro personaje principal, podría emplear en cada situación y que representan el tipo de «grito «más adecuado al jefe de turno.

  1. Con el jefe de estilo «corporativo»: Cristian puede agendar una reunión a solas con el jefe para revisar el material que presentará en su próxima reunión. «Jefe, me gustaría revisar el material y obtener su retroalimentación de antemano, ya que para mí es importante construir credibilidad con mi público y que nos perciban como un equipo alineado. De esta forma el jefe comprenderá que estar alineados es parte de una percepción de equipo que se va a generar en la sesión posterior.
  2. Con el jefe enfocado en «resultados de negocio»: misma estrategia de reunión a solas, pero se recomienda modificar el mensaje. Cristian podría decir: «jefe, revisemos los puntos importantes de antemano porque quiero que los datos sean certeros y que el impacto en el negocio sea efectivo. La contusión creada la vez pasada no es buena para el negocio«. El hecho de que Cristian refuerce su enfoque en el impacto de negocio sonará como música al oído del jefe.
  3. Con el jefe enfocado en su «gente»: la estrategia puede ser más casual. Cristian podría pedir el

favor: «jefe, le puedo pedir que anote los puntos que debo mejorar y los analicemos después de la reunión entre usted y yo? Me interesa escuchar su opinión con suficiente tiempo para ahondar y crecer.» Un jefe maduro comprenderá así que esta es la mejor forma de generar el impacto organizacional que tanto persigue.

En los 3 casos Cristian puede obtener lo que desea ajustando al mensaje (o «grito») al estilo que mejor comprende su jefe.

Las relaciones humanas son arte y no ciencia, les recomiendo ver los ejemplos expuestos como ilustraciones y no como recetas escritas en piedra. Al fin y al cabo, los cocineros son ustedes y solo ustedes saben con qué ingredientes cuentan en su cocina.

Gracias…y decidan ser felices, que TODO SUMA.

Cristian

Autor: Cristian Arrieta

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